Por: Atilio Flores
Calificación: 3/5
¿Qué puede comprar todo el dinero del mundo? parece una pregunta risible cuando se es el multimillonario más grande de la historia gracias a la industria petrolera cimentada por John Paul Getty. No obstante, ¿Qué ambiciones se forjan al tener el mundo dentro de las palmas de la mano? Ridley Scott apuesta en está ocasión por esbozar la vida de uno de los primeros multimillonarios de la historia, John P. Getty y su convicción de amar más a los objetos y el arte antes que a las personas que le rodean, plasmando notablemente las proezas y excentricidades del magnate. La cinta gira entorno a la vida de su nieto John Paul Getty III, y cómo su secuestro pone en tela de juicio público la frialdad y el sentimiento de arrogancia de no pagar por su rescate, hasta que les es enviada una oreja del joven de 17 años.
Es aquí donde la historia converge en dos personajes que tratan de descubrir el paradero del nieto preferido de Getty: la madre del muchacho, Gail Getty (Michelle Williams) y de Fletcher Chase (Mark Wahlberg), un ex empleado de la CIA que trabaja para el magnate como su mano derecha. El filme recae en la actuación de Michelle Williams como la señora Getty y todas las adversidades que se ven alimentadas por la investigación del secuestro de su hijo; así como también de la tolerancia hacia su aberrante suegro. Su elegancia e intrepidez, le dan el símbolo que representa una columna que soporta la caída de "todo el imperio" dentro de las tres generaciones de Gettys con las que convive, tanto en la relación fallida con su esposo, como la de su suegro e hijo. La figura de Gail Getty se vuelve el eslabón principal de la historia. La película nos vende en primera instancia que es sobre el secuestro del muchacho por una mafia italiana, para trasladarnos a vender la imagen del viejo millonario, recayendo finalmente el peso sobre ella; quien debe de superar no sólo el secuestro de su hijo, sino más bien, de superar el secuestro que el “dinero” de la familia le ha hecho a ella al privarla de lo que ama y cómo debe de luchar por imponer su identidad en la leyenda.
Christopher Plummer en el papel John Paul Getty encarna al cinismo puro, mezclado con la avaricia y el tacañismo. Su presencia impone la soberbia del dinero y la arrogancia por lo efímero. Su elección como sustituto de Kevin Spacey definitivamente logra respaldar la autenticidad de la edad senil de Getty, algo que le da peso al filme en cada toma y escena en que aparece. Ridley Scott rescata la época de los 70's con trasloques de tiempos en su narrativa, bañados con el sigilo de la campiña italiana entre tonos fríos y sepias durante el primer acto. No obstante, por momentos el desarrollo del segundo se vuelve denso y parece no ir a ningún lado, hasta el momento en que articulan sus tres personajes principales con la autenticidad de la triada que conforman Mark Wahlberg, Michelle Williams y Christopher Plummer, siendo la base de toda la película. Ver a sus personalidades convivir y friccionar es una delicia del más ingenioso guión. Sus diálogos permean las respuestas más acertadas cargadas de cinismo y descaro justo en el momento preciso, las cuales parecen resguardadas en la punta de la lengua. “Si puedes contar tu dinero, entonces no eres rico”.
La representación de los John P. Getty dentro del filme, encierra una mítica que involucran varios clichés de la vida de los millonarios, principalmente la que el dinero no lo compra todo. Podrá darnos relativamente atisbos de felicidad con drogas, sexo, alcohol y libertinaje; sin embargo es una felicidad pasajera que no tarda en esfumarse en el primer golpe de realidad. Tal como el mismo Getty cita: “El hombre que tiene hijos, le da rehenes a la fortuna”, previendo la decadencia de su linaje. Además de adentrar a los personajes a la desconfianza hacia los que los rodean y temer por quienes quieren el poderío que se amalgama en sus tesoros; la preferencia de los objetos que a las personas; y cómo a los hijos que se les da todo, muchas veces no valoran los sacrificios de los padres, desdeñando el valor de las cosas y, sobretodo, la muerte que arrasa sin que nos podamos llevar algo. Si bien juega con estos simbolismos, el filme adoctrina de manera sensata sobre el valor de la familia, de los lazos que entrañamos más allá de un linaje que sobrepone un “nombre” o un “apellido”, sino más bien de penetrar a la razón de lo qué se está dispuesto hacer por el amor a nuestros seres queridos, y cuán grande puede ser la fanfarria de una persona.
“All the money in the world” ejemplifica la simpatía poco agraciada de la gente rica, de sus ambiciones y de sus miedos, aunado con la perfecta dosis de caer en la rendición de que siempre son seres vulnerables que se sumergen en la desgracia, aunque en su exterior sean una fortaleza tapizada de billetes que no tardan en arder en llamas al descubrir lo cuan miserables pueden realmente llegar a ser, retándonos, en cierta forma, a si realmente aceptamos llevar esa vida al poseer "todo el dinero del mundo".
Un filme que no pasa ni con pena ni con gloria, pero que la polémica le dará su lugar entorno a la desigualdad que puede ocurrir en el mundo del espectáculo, tanto por las diferencias salariales de sus protagonistas por simples reshoots (Williams y Wahlberg), cómo la sustitución de Spacey por Plummer envueltos en la denuncia sobre los escándalos sexuales de Hollywood.
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