Por: Atilio Flores
Calificación: 4/5
«Barbie» y «Oppenheimer», sin lugar a duda, se convirtieron en la sensación del cine en este verano, son dos películas que han roto muchos paradigmas en torno a los géneros cinematográficos que representan. Estrenadas el mismo día, en vez de lograr una rivalidad en la taquilla, como era de esperarse, ambas han tenido una construcción que sus audiencias han disfrutado por igual. Resurgiendo, a su paso, la afluencia masiva a las salas de cine y creando el fenómeno de «Barbenheimer», algo que ni siquiera Tom Cruise ni Harrison Ford lograron conseguir con el estreno de «Misión imposible: sentencia mortal» e «Indiana Jones: el dial del destino», respectivamente.
Un contraste entre el rosa y el negro se impregnó en las salas de cine, unos decantados por lo sobrio que proponía Christopher Nolan al narrar la historia del padre de la bomba atómica con «Oppenheimer». Mientras que en las salas de al lado se dibujaba la propuesta de Greta Gerwig para narrar la historia en rosa de la muñeca más famosa de todos los tiempos, dando paso a una producción lejos de lo que las audiencias esperaban de una película que apuntaba a ser «plástica».
No vamos a dejar de lado que, en efecto, «Barbie» es una película transgresora, no solo por su notorio sentido feminista, sino por la forma en la que los simbolismos juegan entre lo que conceptualmente se entiende como machismo o la forma patriarcal de cómo es visualizada la sociedad, la cual es impregnada ideológicamente desde los juegos con los que identifican los roles de género desde la niñez.
Esta idea da paso no solo a reflejar la masculinidad frágil que se ve limitada a expresar la rudeza, el valor y el liderazgo, la cual se invierte en el mundo perfecto de Barbieland, que es liderado por las Barbie, viendo a los hombres como simples accesorios.
Este punto de inflexión lleva a reforzar al personaje de Ken, al que siempre lo relacionamos como el interés amoroso de la muñeca, pero que fuera de lo que implica este estereotipo no tiene un significado para su vida, lo que se ve como un símil en la forma en la que Barbie descubre y visiona su mundo; planteándonos como audiencia, también, la duda de qué esperamos nosotros de esta: aquello que simplemente se nos programó para pensar o si debemos construir una identidad fuera de esto.
Más allá de este discurso, el éxito de «Barbie» se debe a que es capaz de burlarse de sí misma, de la compañía que creó el mito del juguete e incluso de su productora cinematográfica y de sus propios personajes. Lanzando una crítica que es capaz de calar incluso en las personas más sensibles en torno a la visión de cómo tratamos o qué esperamos de las mujeres y de los hombres, algo que queda marcado con el discurso de América Ferreira en la cinta, que exalta el dualismo que implica ser mujer: «[…] tienes que estar guapa para los hombres, pero no demasiado como para tentarles o para amenazar a otras mujeres, porque debes ser parte de la hermandad. Pero tienes que destacar y estar siempre agradecida. Pero sin olvidar que el sistema está amañado, así que debes, aun sabiéndolo, estar agradecida […]».
La propuesta de Greta también se vuelve inclusiva al representar no solo a la comunidad LGTBIQA+, sino también al darle un rostro a las minorías raciales y de personas con discapacidad. No obstante, cae siempre en el cliché de estereotipar los cánones de belleza incluso dentro de estas; esto es algo que se le ha criticado a la empresa Mattel por años.
A nivel técnico, no podemos obviar el espectacular diseño de producción que retrata fielmente los juegos y los accesorios que las muñecas Barbie han tenido a lo largo de su historia. Sumado a la excelente fotografía del mexicano Rodrigo Prieto, quien contrasta con el vestuario de cada uno de los personajes que conforma esta hilarante forma de retratar la vida en Barbieland.
Margot Robbie (Barbie) y Ryan Gosling (Ken) se ganan con su actuación cada escena de la que forman parte al contrastar con la inocencia de ver un mundo utópico que dista mucho de la realidad a la que se exponen. Sin embargo, al pasar de lo conceptual que podría ser incluso esta vida de plástico, Gosling le roba los reflectores con creces a Robbie, con sus coreografías y la canción estelar que forma parte de una coral banda sonora de artistas pop contemporáneos.
Lo interesante del paradigma que rompe «Barbie» es su narrativa que, si bien se apega a las que caracterizaban a las películas de comedia de principios de los 2000, con tonos que sobrepasaban los límites de lo prudencial, permite plantar la interrogante: ¿será que esta fórmula regresará como un ingrediente perfecto frente al gastado cine que se está sobreexplotando con las mismas sagas que apela constantemente a la nostalgia que repasa y repasa una vez más mismo? Sin duda, lo descubriremos pronto.
Esta crítica fue originalmente publicada por el autor en «La Claqueta» en Diario El Salvador el 10/09/2023.
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